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jueves, 8 de septiembre de 2011
sábado, 3 de septiembre de 2011
EL MONSTRUO
Monstruo (definición):
Ser vivo que posee caracteres morfológicos muy distintos de los habituales de su especie.
Ser fantástico, extraño y desproporcionado.
Persona muy cruel o perversa.
Persona o cosa de una fealdad o dimensión extraordinaria.
Bienvenidos a Visaria, la tierra de los monstruos.
Aquí me encuentro enclaustrado en mi derruida atalaya.
Observo desde el ventanal las casitas de la aldea y me río de sus desgraciados moradores.
No me gustan, son todos unos hipócritas peores que yo, (bueno, peores que yo, no... uno tiene que mantener una reputación).
Por estos lares, el progreso ha pasado sin detenerse, no están a la moda. Visaria continúa estancada en sus imágenes de blanco y negro. No podría imaginármela en color.
Pero aunque no lo crean ha madurado, se han originado cambios importantes y su estructura y desarrollo no siempre fue así.
Hubo sobornos, cambios de gobierno, alcaldes corruptos, politización extrema, favoritismos para unos, trabas para otros, bueno, ya saben, lo normal en cualquier pueblo.
Visaria antes de ser Visaria fue llamada por otros nombres.
En la primera película de Frankenstein (para mí la mejor, el maquillaje de Boris Karloff fue insuperable, luego engordó y el monstruo no volvió a ser el mismo, cosas del éxito, la buena vida y la edad) la villa se llamaba Goldstadt, y después en el hijo de Frankenstein, la llamaron Frankenstein, (no se complicaron demasiado, ¿verdad?).
El nombre de Visaria fue utilizado por primera vez en “El hombre lobo y Frankenstein se conocen” el titulito se las trae.
Por eso y a pesar de tratarse del mismo lugar, la misma aldea, la misma torre, el mismo laboratorio, tuvo un proceso de claros altibajos de madurez, hasta que finalmente sus decorados se volvieron más sofisticados.
Yo también he sufrido un proceso de madurez, he cambiado, he decidido transformar mi monstruosa presencia. Ya no quiero ser un monstruo. Por tanto, me he despojado de la chistera y trato de disimular con un nuevo peinado los forúnculos de mi calvicie, los del culo como no se me ven, no tienen importancia. Sigamos, ¿por dónde estábamos?, ¡ah, sí!, también tomo pastillas mentoladas con el propósito de combatir mi deleznable halitosis, y he optado por deshacerme de la clásica levita de enterrador que tanto me caracterizaba. La he cambiado por una serie de atavíos de marcas, tales como Paul & Sark, Ralf Lauren, Faconable y cómo no, Lacoste (la lista acaba de ser confeccionada por la ninfa de los mares).
Pues sí, tras innumerables esfuerzos, he logrado conseguir un maravilloso look.
Ahora ya no soy ninguna aberración.
Me miro con mi polito rosa de manga corta, el jersey anudado sobre los hombros y no dejo de deleitarme con mis atractivas formas.
Adiós al monstruo.
Reconozco que el monstruo fue un fenómeno que me apasionó, quizá porque yo pertenezco a ese mundo de sombras, fealdad, perversión y olvido.
La muchedumbre “normal” me rehúye y me señala con sus dedos.
Las semillas del odio, siempre suelen ser sembradas por los hombres que se consideran buenos.
Espero que con los cambios efectuados, me acepten de una vez.
El monstruo, osea mi antiguo yo, era un personajillo a quien no le gustan los toros, ni los eventos deportivos, ni internet, ni si quiera la tele basura. Y debía de permanecer encerrado en su laboratorio de científico loco. Un lugar instalado en un viejo torreón e inundado de cachivaches estrafalarios, incluido el difusor cósmico (no es broma, ese chisme sale en la novia de Frankenstein).
Pero, ¿qué es un monstruo?, ¿alguien como Gilles de Rais o la famosa Erssebet Báthory?, acaso ¿Jack el destripador?,
no no lo creo, sin duda fueron unos incomprendidos de su tiempo, “angelitos míos”
Para responder a la pregunta podríamos volver a los exámenes minuciosos de guías y artículos, pero no lo haremos. No, no funciono así.
Mis fuentes principales siempre han sido las barras de bar, las jarras de cerveza, los tipos raros que suelen caer mal, el Heavy Metal (mucho Iron Maiden), las olvidadas bibliotecas y las leyendas de nuestro riquísimo folklore. Yo soy del norte y allí estamos acostumbrados a cohabitar con engendros ancestrales que se pierden a lo largo del tiempo.
Me ahorraré hablaros de los cuélebres, el patarico, l´home llobu, inxanos y demás ogros o engendros populares. Para eso tenéis los típicos libros atrapa - turistas. Tened cuidado con ellos, existen algunos que son un verdadero timo. Si queréis información fiable al respecto, poneros en contacto conmigo.
La verdadera procedencia de tales entidades, son el temor a los bosques y a otras tribus vecinas (dejando el romanticismo comercial que tanto acompaña al mundo céltico, los susodichos señores poseían la afición de coleccionar cabezas y quemar vivos a los prisioneros en muñecos de paja) y también temían al fiero vikingo (Gijón fue saqueado a placer hasta que a un tal Ramiro, que no viene demasiado al caso, se le hincharon las narices).
Naturalmente a medida que fueron pasando los siglos, los monstruos y criaturas mitológicas fueron adaptándose a las diferentes generaciones.
¿Quién no ha escuchado historias del Kraken, de serpientes marinas, de Nessie, de dragones y Rocs, del Yeti o el Bigfoot?
Por eso y sin perdernos en un entresijo de erudición, intentaré mostraros el sentido filosófico de lo que supone el fenómeno. Para ello pondré como ejemplo a mis queridos monstruos de la Universal, que son sin duda, los más conocidos e inocentes de todos.
Drácula, Frankenstein, El hombre lobo, El fantasma de la ópera, La polvorienta momia, El hombre invisible y el desafortunado monstruo de la laguna negra, abrieron las puertas de la imaginación a unas generaciones turbulentas y confusas. Fue una sociedad bastarda, una mezcla de la Gran Guerra, Al Capone, El Ku klux klan, el desempleo, las finanzas y los contactos de Wall Street. (Muchos perdieron la vida, aparte de sus millones y tomaron la determinación de saltar por las ventanas en el famoso jueves negro).
Sí, fue necesario el nacimientos de los monstruos universal, el cine estaba en decadencia, como decadente era la sociedad. Adiós a los actores mudos y a su interpretación sobreactuada, el sonoro llegó a marchas forzadas, Hollywood comenzó a difundir una distracción mucho más elaborada, un divertimento macabro, pero capaz de aplicar una inyección de olvido que no hiciera pensar en la gran depresión.
¿No les resulta familiar la época? (Nueva dosis de risitas estúpidas)
Pero no quiero hablar de esta incierta situación que estamos viviendo. Creo que la gente es muy dada a la exageración.
Olvidémonos por unos instantes, de las marchas protestas (el quince M), que tan de moda están, olvidémonos de la banca y su maravilloso buen juicio ético-moral. No hagamos dolorosas cábalas sobre el paro, ni tampoco pensemos en monarcas bonachones entristecidos por la economía de sus súbditos. No, no pensemos en príncipes, ni princesas, en infantes, ni en infantas, ni en reyes, ni reinas que no cesan de repetirnos que guardemos austeridad sin que ellos rehúsen a su sueldo.
¡Viva la monarquía!
Olvidémonos también de aquella insurrección espartaquista que dejó muy claro, la desigualdad de las clases proletarias. Me refiero a la huelga de controladores aéreos, olvidémonos de su honorable causa, defendida a fe ciega por su representante, ¿recuerdan?, aquel guaperas repeinado de verborrea admirable y gestos perfectamente adiestrados.
¿Se habrán pedido responsabilidades?
Espero que no. Vuestra causa nos parece justa en extremo, adelante compañeros, (yo personalmente pediría un aumento salarial y más tiempo libre), sois mis héroes.
Y en especial, no pensemos en nuestros maravillosos políticos (incluida la oposición), que tanto se preocupan del bien estar del País, con su clásica solución a todos los problemas:
“Quítate tú, pá poneme yo.”
Pasemos, pasemos a los monstruos y a las distracciones populares, ¡Campeones, oh, ehhh!, ¡Campeones, oh, ehhh!... más macro botellón, más porritos y drogas, más música y marcha, más videojuegos, que no decaiga, ¿quién desea luchar por un mundo al revés?, desechad tales pensamientos, fuera idealismos, fuera las lecturas complicadas…. (nueva risa siniestra).
Volvamos al monstruo, ¿no creen? Y matemos de una vez por todas, a esa panda de idealistas vago-románticos que no sirven para nada.
Monstruo… la sola palabra suena a rechazo y sin embargo, personalmente (en mi pasado, pues ahora me he reformado) siempre creí que ellos eran los verdaderos paladines de la historia.
Que terrible equivocación.
Para mí, el monstruo fue una especie de espíritu indómito y audaz que no anhela más que la libertad.
El monstruo, no aspira ni busca nada, quizá tan sólo unas palabras, una humilde sonrisa, la mano de una niña, que termina asesinando inocentemente en un lago, al confundir con una flor.
Eso es el monstruo.
Un ser patético, anacrónico, desagradable, feo, bajito, gordo, calvo, que habla cuando debe estar callado , ¿no estará nadie dándose por aludido?, (otra risita) hoy me siento de muy buen humor, las almorranas están siendo piadosas.
Monstruo, un ser que ha de ser eliminado o reprogramado.
¡Ah que equivocado he estado durante todos estos años!
Antes pensaba que la gran multitud vocinglera (con estacas, antorchas, escopetas, incluso hachas en las manos), representaba a una sociedad intolerante e incapaz de aceptar los cambios. Creía que solamente ansiaban encerrar y suprimir a cualquiera que mostrara la más mínima diferencia.
Y contra todo eso debía de luchar el monstruo, tenía que abrirse camino a través de bosques, cementerios y paisajes agrestes, siempre perdido y sólo, sin compañía alguna.
Imposible oponerse, todos al redil, hermanos.
Sonrío y claudico. Ya no he podido más.
Por eso lo del cambio de look y mi extraordinaria afición a las marcas. Ya no quiero ser un monstruo.
¡Oh, sí!, ahora todo es mucho más sencillo, creo que soy hasta otro. La sociedad comienza a aceptarme.
Salgo a pasear con la ninfa de los mares y las gemelas enanas, compro la prensa, sonrió, asiento, buenos días, buenas tardes, buenas noches, hablo sobre eventos deportivos y noto como crece el vínculo y la sensación de pertenecer a algo que nunca he amado.
Siento que por primera vez en mi vida, estoy alcanzando cierto estatus, cierta reputación.
El círculo se ha cerrado.
Sécula seculórum.
Ahora mismo observo mis esqueléticas facciones en el espejo, estoy precioso con mi nueva ropa, reconozco que aún me quedan algunas telas de araña bajo los sobacos (impurezas de un tiempo perdido, nada que no se pueda arreglar) pero el modelito me sienta muy bien, una marca es una marca, ¿no creen?
(Risa siniestra)
Oh, oh, tengo un ligero problemilla, he de dejaros, esta ropa empieza a apretarme el cuello y la entrepierna.
Los calzoncillos son demasiado estrechos, (prefiero los del mercadillo)
Esperad, no, si, sii… ya, ya, está.
Ahora estoy liberado…que alivio, me había cogido un poquito el…en fin..., desde Visaria, hasta pronto.
Tengo que marcharme, he quedado con los muchachos del coro.
¡Ah!, se me olvidaba, regocijaros amantes de las perversiones…os dejo con ella.
Pido perdón a los moralistas, aún he de completar mi proceso de transformación, pero dadme tiempo, no os decepcionaré, os lo prometo.
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